martes, 22 de septiembre de 2009

Sin embargo, todo a su alrededor había cambiado. Lo único inmóvil, en el tiempo, en el espacio, era la tanza. La linea. Esa que separa la ficción de la realidad.
Se refregó lo ojos. De un lado, el sol. Del otro venían atropelladamente cumulus limbus furiosos. Las anguilas eléctricas encendidas de su cerebro, ahora se mezclaban con las descargas eléctricas que caian en el mar.
Benjamín levanto como pudo sus cosas y salió corriendo hasta la cueva que se forma abajo del cañadón donde dobla el río.
Ahí sentado, con una cortina de lluvia resguardandolo del viento, extrañó a Filomena. Es que Filomena era la clase de persona que siempre estaba entretenida, incluso cuando no había nada para hacer. Y por eso estaba siempre contenta.
Trato de imaginar que actividad hubiera propuesto Filomena y a la mente solo se le vino la imagen de ideas peces enterrandose en la arena.
Se acordó de las cartas. Fue directamente a buscarlas al bolsillo izquierdo del bolso. Primero ordeno los sobres por fecha. Algunas estampillas llamaban su atención y las observaba admirando la creatividad del inventor de la estampilla y todo lo que el nunca imagino que habia creado.
El ruido del papel saliendo del sobre se perdía con el del agua corriendo por las piedras. Le dio frío y se cubrió con el buzo gris de algodón.
La primer carta decia asi:
"Arboledas, Pcia. de Buenos Aires. Septiembre, 1985.
Me gustaria saber si recibes esta carta para asi poder continuar escribiendote. Cariños.Yo."

jueves, 3 de septiembre de 2009

Eran las dos de la tarde. Habían pocos peces pescados. Apenas una diminuta pescadilla con pinta de boba se doblaba muerta en un balde. El sol era ya casi insoportable. La piel se hacia sentir. Su dolor permitía tomar conciencia del contorno, de la dialéctica contorno-entorno, del perímetro del cuerpo con facilidad. Aquí termina el cuerpo y empieza lo otro: el aire, los rayos del sol -que no se ven pero hacen brillar las escamas de la pescadilla-, todo lo que uno no es.
Las ideas peces tampoco abundaban, en realidad eran mas escasas que los escamados. Quizá tampoco querían salir del agua. El cerebro es después de todo una especie de pecera, llena de agua escarlata, que de vez en cuando se agita y se intensifican las descargas entre neuronas, -según los entendidos algo así sería una idea- que andan como anguilas eléctricas encendidas.

Benjamín sostenía la caña junto con la tanza tersa y ansiosa. Tomaba mate y pensaba tonterías cuando miraba el mar. El sol y los músculos cansados, hasta los pequeños, como los de los párpados que le hacían cerrar los ojos. En la oscuridad, esa que no es del todo tal y empieza de los ojos hacía adentro, aparecían figuras de colores, sin forma, casi siempre amarillo fluorescente.
Anguilas eléctricas lo golpeaban como pichones queriendo salir del huevo. Hacían temblar las estructuras. Cuestionaban a inesperados topetazos.

Abrió los ojos. La linea seguía inmóvil.